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Con el respeto que se merece. Me cansé de cansarme y esto genera una dificultad lamentable que roza con el descreimiento casi total a esta forma de Democracia, que cada vez que tiene una nueva empolvada de maquillaje, cruje no solo en sus estructuras sino en los estómagos de millones de hermanos argentinos.
Sin ahondar demasiado en metáforas que no llegan a ser metáforas, lo que indigna es nuevamente, el acto eleccionario. Y el día después, y muchos años antes.
Y así se suceden los días, con la mayor de las necesidades, la que inexorablemente viene cargada de un sin número de reivindicaciones y a la cual no le queda chico ningún sueño, porque siempre es atropellada, violada, interpretada y reinterpretada o simplemente, neciamente ignorada. No parece pero se trata de apuntar a la Dignidad y quebrarla de contenido con cada campaña electoral, indicando como bandera una auténtica contradicción que vuelve a sacudirse cada tanto en el tiempo para flamear- otra vez- contradictoriamente.
Todo aquello inca en la consciencia. Como no, si la realidad burdamente maquillada se hace carne y se burla con porcentajes que equivalen a miles y millones de troqueles que pululan y orquestan un nuevo engaño, una nueva realidad que es exactamente igual a la que soltamos ayer. A pesar de nuestros pesares.
¿Todo es gris tirando a oscuro? Como quisieran ¿quiénes? Faltaba decirlo…
Este cansancio del cansancio no muere en una resignación pesimista que fataliza sobre los restos políticos que viene ofrendando la historia inmediata, sino que tiene la necesidad de parir la esperanza a pesar de la desesperanza, de superar las contradicciones a pesar de la cruda realidad, tan cruda que cobra preciso sentido aquella frase de Rodolfo Walsh: la realidad no sólo es apasionante, es casi incontable. Pero obliga y motoriza al espíritu para multiplicarlo, no en contra sino a favor de lo que muere para empezar, en sentido dialéctico y bien lejos de un mellado idealismo.
Columna de: Camilo Di Croce
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