Estas en: Regionales » "En el triste destino de los chicos como Rolando está el destino de los rosarinos”
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Lo dijo Horacio Tabares, fundador y director del Centro de Salud Mental Vínculo, en Empalme Graneros, sobre el crimen de Rolando Mansilla, un nene de 12 años que custodiaba un búnker. Horacio Tabares es psicólogo y estudioso de las adicciones.
“La muerte de Rolando despierta una vez más el dolor y la impotencia de tener que ver repetido el absurdo final de una vida joven captada por la narcocriminalidad”. Fue la primera de las consideraciones que hizo el psicólogo social Horacio Tabares, un referente ineludible a la hora de analizar la vida y la muerte de los chicos que, como Rolando Mansilla, viven y se desarrollan en ambientes hostiles de los barrios periféricos rosarinos, en los cuales la ausencia del Estado es cubierta muchas veces por organizaciones narcocriminales que atrapan a los jóvenes en el macabro juego de la droga.
Tabares está afincado desde hace muchos años en Empalme Graneros, donde fundó y dirige el Centro Comunitario de Salud Mental Vínculo, un lugar en el cual se aborda el tema de la droga y la relación que los chicos de los barrios marginales tienen con ella. Muy cerca de allí la noche del jueves asesinaron a tiros a Rolando Mansilla, un nene de 12 años que cuidaba un búnker de drogas desde el techo de la precaria construcción. “Esta muerte es la cara invertida de lo que nos dicen en las campañas políticas, lo que se oculta en momentos como el que vivimos. Hay gente que dice que en Rosario se liquidó el fenómeno narco y que la mayoría de las muertes son por cuestiones interpersonales, pero ante hechos como el de Rolando no hay excusas. Todos quedamos quebrados y compungidos”, dice el profesor.
“En su corta vida este chico se embarcó en el juego macabro de los interéses de la droga por unos pocos pesos, un espacio en el que se cristaliza parte del drama que surge de la otra Argentina, la que no se ve, la que vive y sufre sin ser presentada en los medios, salvo que ocurran dramas como el de Rolando. Es la Argentina profunda que expulsa a su gente del Noreste espantada por la indigencia y que llega a ciudades como Rosario, donde encuentra sistemas injustos, inequitativos aunque con ciertas esperanzas de otro futuro. Sin embargo —dice Tabares—, para los pobres parece que no hay norte ni sur, sólo miseria”.
Una ciudad infeliz. Consultado sobre las posibles salidas para este flagelo que se lleva la vida de otros chicos como Rolando, Tabares no ve otra posibilidad que “se abran las instituciones, sean recibidos en la escuela, tengan contención en sus familias o en el Estado y no encuentren su pertenencia en el maridaje perverso del dealer que le da unos pocos pesos para hacer el trabajo de soldadito que le permitirá llevar algo a su casa”.
Tabares, que trabaja en las calles de Empalme Graneros y conoce de cerca el día a día de otros tantos Rolandos, dijo que lo ocurrido con este niño de 12 años “marca la distancia que hay entre la hipocresía de las costosas campañas políticas ofreciendo una ciudad mejor cuando aquí vivimos en medio de muchas Rosarios que a veces se ignoran, no se ven, se esquivan”. Y se preguntó: “¿Quién llora hoy la muerte de Rolando, aparte de sus familiares más cercanos?”. “Nadie”, se responde. Entonces remarca: “No queremos que la niñez continúe en el desamparo y en el abandono que la lleva a ser criminalizada. Tenemos que asumir el compromiso de poder decir ‘ni un pibe muerto más, ni un Rolando más’. Porque en el destino triste de esos Rolandos está el destino de todos los rosarinos. No habrá felicidad mientras sean ajusticiados otros chicos en balaceras insensatas que se producen a diario en los márgenes de la ciudad”.
Tabares está afincado desde hace muchos años en Empalme Graneros, donde fundó y dirige el Centro Comunitario de Salud Mental Vínculo, un lugar en el cual se aborda el tema de la droga y la relación que los chicos de los barrios marginales tienen con ella. Muy cerca de allí la noche del jueves asesinaron a tiros a Rolando Mansilla, un nene de 12 años que cuidaba un búnker de drogas desde el techo de la precaria construcción. “Esta muerte es la cara invertida de lo que nos dicen en las campañas políticas, lo que se oculta en momentos como el que vivimos. Hay gente que dice que en Rosario se liquidó el fenómeno narco y que la mayoría de las muertes son por cuestiones interpersonales, pero ante hechos como el de Rolando no hay excusas. Todos quedamos quebrados y compungidos”, dice el profesor.
“En su corta vida este chico se embarcó en el juego macabro de los interéses de la droga por unos pocos pesos, un espacio en el que se cristaliza parte del drama que surge de la otra Argentina, la que no se ve, la que vive y sufre sin ser presentada en los medios, salvo que ocurran dramas como el de Rolando. Es la Argentina profunda que expulsa a su gente del Noreste espantada por la indigencia y que llega a ciudades como Rosario, donde encuentra sistemas injustos, inequitativos aunque con ciertas esperanzas de otro futuro. Sin embargo —dice Tabares—, para los pobres parece que no hay norte ni sur, sólo miseria”.
Una ciudad infeliz. Consultado sobre las posibles salidas para este flagelo que se lleva la vida de otros chicos como Rolando, Tabares no ve otra posibilidad que “se abran las instituciones, sean recibidos en la escuela, tengan contención en sus familias o en el Estado y no encuentren su pertenencia en el maridaje perverso del dealer que le da unos pocos pesos para hacer el trabajo de soldadito que le permitirá llevar algo a su casa”.
Tabares, que trabaja en las calles de Empalme Graneros y conoce de cerca el día a día de otros tantos Rolandos, dijo que lo ocurrido con este niño de 12 años “marca la distancia que hay entre la hipocresía de las costosas campañas políticas ofreciendo una ciudad mejor cuando aquí vivimos en medio de muchas Rosarios que a veces se ignoran, no se ven, se esquivan”. Y se preguntó: “¿Quién llora hoy la muerte de Rolando, aparte de sus familiares más cercanos?”. “Nadie”, se responde. Entonces remarca: “No queremos que la niñez continúe en el desamparo y en el abandono que la lleva a ser criminalizada. Tenemos que asumir el compromiso de poder decir ‘ni un pibe muerto más, ni un Rolando más’. Porque en el destino triste de esos Rolandos está el destino de todos los rosarinos. No habrá felicidad mientras sean ajusticiados otros chicos en balaceras insensatas que se producen a diario en los márgenes de la ciudad”.
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